El intestino delgado es el encargado de la mayor parte de la digestión y absorción de los nutrientes que se encuentran en los alimentos que ingerimos. Las paredes del intestino están recubiertas por vellosidades y microvellosidades que contribuyen a aumentar la superficie de absorción, evitando de esta manera, deficiencias nutricionales y ayudándonos a estar sanos.
Seguidamente, el intestino grueso será el encargado de la absorción del agua y los electrólitos de los residuos alimentarios no digeridos.
El intestino grueso no tiene vellosidades, pero si es donde se encuentra la microbiota intestinal principal, esencial para llevar a cabo una digestión total óptima.
La microbiota intestinal está compuesta por bacterias, virus, hongos, arqueas y parásitos, que viven en equilibrio con las células de nuestro organismo. Siendo esta población bacteriana muy inferior en el intestino delgado a comparación de la del intestino grueso, hogar de estas bacterias beneficiosas.
Cuando esta microbiota se ve alterada por diferentes causas, deja de ser funcional y comporta una serie de problemas gastrointestinales, como por ejemplo:
SIBO son las siglas en inglés de “sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado” (Small Intestinal Bacterial Overgrowth), esto ocurre cuando hay un aumento anormal de bacterias en el intestino delgado.
IMO (Intestinal Methanogen Overgrowth): es el sobrecrecimiento de las arqueas metanógenas, producen exceso de metano en el intestino delgado, afectando a su motilidad. Sus síntomas son similares al SIBO y pueden estar asociados.
SIFO (Small Intestinal Fungal Overgrowth), sobrecrecimiento fúngico en el intestino (normalmente de la especie Candida).
Hoy, nos centraremos en la patología más conocida, el SIBO.
Estas bacterias suelen estar en el intestino grueso en grandes cantidades, desplazándose hacia el intestino delgado en caso de SIBO. Al ingerir hidratos de carbono, estas bacterias del intestino delgado producen un exceso de gases debido a la fermentación bacteriana, y la inflamación de las vellosidades intestinales, alterando la absorción de nutrientes y en consecuencia dando lugar a importantes carencias.
Las causas más frecuentes para la aparición de SIBO:
Disfunción o trastornos de la motilidad intestinal: para mantener las bacterias fuera del intestino delgado tiene que haber un correcto movimiento intestinal.
Anomalías anatómicas: obstrucciones o adherencias intestinales, como los divertículos, crean superficies perfectas para las bacterias y su multiplicación.
Un sistema inmunológico debilitado puede no ser capaz de controlar el crecimiento excesivo de las bacterias.
El uso excesivo de antibióticos y otros fármacos destinados a reducir la acidez, pueden provocar la aparición de SIBO, ya que en el caso de los antibióticos alteran la microbiota intestinal y en el caso de los fármacos disminuyen la producción de ácido gástrico, provocando la proliferación de las bacterias.
Cirugía abdominal que afecte a la motilidad y anatomía intestinal.
Consumo excesivo de alcohol y azúcares.
Ciertas enfermedades como la diabetes, la celiaquía o la enfermedad de Crohn pueden ser precursoras para padecer SIBO.
SÍNTOMAS SIBO:
- Hinchazón / distensión abdominal.
- Dolor abdominal.
- Sensación de digestión pesada.
- Flatulencia.
- Diarrea / estreñimiento.
- Acidez.
- Pérdida de apetito.
- Fatiga.
- Deficiencia nutricional.
- Pérdida de peso involuntario.
Patologías gastrointestinales con sintomatología similar al SIBO: Enfermedades inflamatorias intestinales (EII) como la enfermedad de Crohn o colitis ulcerosa.
Síndrome intestino irritable (SII).
Síndrome del intestino permeable. Celiaquía. Síndrome de malabsorción.
DIAGNÓSTICO:
Cuando hay sospechas de padecer SIBO por la sintomatología del paciente y habiendo descartado otras patologías asociadas, existen dos pruebas principales:
Test del aliento o test de lactulosa, es una prueba no invasiva y la más habitual, que mide la cantidad de hidrógeno y metano que exhalamos después de beber una mezcla de lactulosa o glucosa y agua. Normalmente, el hidrogeno y el metano, gases producidos por las bacterias en la fermentación, se fabrican en el intestino grueso en una persona sana. En la prueba del test del aliento, se realizarán diversas muestras durante un tiempo concreto, más o menos cada15 – 30 min, si hay aumento de la cantidad de hidrógeno y metano en el aliento, es indicativo de un exceso de bacterias en la parte del intestino delgado.
En casos de falsos negativos, pero con sintomatología persistente, también se puede hacer como prueba complementaria:
Aspirado duodenal/yeyunal: esta prueba es menos habitual ya que es invasiva. Mediante una endoscopia se obtiene una muestra del líquido duodenal y después de analizar dicha muestra se sabrá si hay presencia de bacterias en exceso. Es frecuente que estas pruebas vayan acompañadas de análisis de sangre, para descartar deficiencias vitamínicas, análisis de heces por si hay grasas, síntoma de mala absorción o pruebas de imagen. Un correcto diagnóstico del SIBO y buscar la causa del sobrecrecimiento de las bacterias en el intestino delgado, siendo las más habituales por patologías asociadas, ayudará a tratarlo de manera adecuada.
TRATAMIENTO:
Una vez confirmado el diagnóstico hay que poner en marcha el tratamiento más adecuado según paciente, sintomatología, otras patologías… Hay dos puntos claves para un tratamiento eficaz:
A nivel farmacológico: siempre bajo supervisión de profesionales como gastroenterólogos. Lo primero a tener en cuenta es equilibrar la microbiota intestinal y estabilizarla, utilizando antibióticos específicos para reducir la cantidad de bacterias en el intestino delgado, sin perjudicar al resto de la microbiota. La duración del tratamiento dependerá de la sintomatología del paciente.
A nivel nutricional: bajo la supervisión de profesionales en nutrición, habrá que realizar una serie de cambios en la alimentación. Al principio se recomendará la dieta FODMAP (Fermentable Oligosacáridos Disacáridos Monosacáridos y Polioles), que excluye grupos de hidratos de carbono fermentables de cadena corta, como azúcares, almidones y fibras.
FODMAP
La primera fase de la dieta FODMAP es la más estricta, fase de eliminación, con la restricción de todos los alimentos incluidos en la dieta, durante unas 4 – 8 semanas y de esta manera, comprobar si hay alguna mejoría en los síntomas.
Seguidamente, será la fase de reincorporación escalonada y por grupo de alimentos ricos en FODMAP, de menor a mayor cantidad, durante tres días. Se valorará la tolerancia de manera individual de cada uno de estos alimentos.
En caso de que algún alimento diera síntomas, hay que volver a la fase primera y en cuanto desaparezcan los síntomas, seguir con la reintroducción de otro grupo de alimentos.
En la fase final, ya identificados los alimentos o grupos de alimentos no tolerables por el paciente, se personalizará su dieta, limitando o evitando los alimentos que han dado síntomas y añadiendo los demás grupos de alimentos.
El SIBO es una enfermedad existente hace muchas décadas, hoy en día está de actualidad, debido sobre todo a las RRSS, dónde se han elevado los casos de autodiagnóstico o de automedicarse.
El diagnóstico final y el tratamiento a seguir, será SIEMPRE pautado por médicos especialistas.